Para
realizar un análisis clarificador de lo que ocurre con
la política energética en general y de producción de
hidrocarburos en particular, se hace necesario remitirse
a los fríos números que implican los datos estadísticos.
Para
ello, la secretaría de energía guarda esta información
que, en algunos casos, las distintas administraciones de
gobierno estudian para evaluar la política a seguir.
No
obstante contar con esta información, resulta extraño
que, en muchos caso, se vuelven a implementar políticas
que a todas luces se mostraron como un rotundo fracaso.
Un poco de
Historia
Desde
aquel 13 de Diciembre de 1907, fecha en que se descubrió
petróleo en Comodoro Rivadavia, muchos fueron los mitos
y creencias populares que atribuyen a unos y a otros el
desarrollo de esta industria. |
Así,
es común leer y creer que el Gral. Mosconi fue nombrado
por Yrigoyen, cuando, en la realidad, éste fue puesto al
frente de la Dirección General de Yacimientos
Petrolíferos Fiscales por el presidente Alvear, en 1922
al principio de su gobierno, apoyado por una legislación
que le permitió a nuestro país ampliar la exploración y
producción de entonces; proceso que coronó con la
construcción de la Destilería de La Plata en 1925, una
de las más grandes del mundo, entonces, y que producía
kerosén, naftas para automóvil, fuel oil y nafta para
aviones. la que aún hoy funciona luego de casi un siglo.
Éste
hito, fue claramente el comienzo de una política
energética que puso en el mapa a muchas localidades y
que, luego, tantos han usado como bandera de crecimiento
aunque los resultados reales hayan sido los opuestos a
lo propagado.
Volúmenes
Para
simplificar el análisis tomaremos sólo los datos
oficiales de producción de petróleo y gas desde 1911
hasta nuestros días, discriminando las gestiones
presidenciales, lo que en todo este período da el
siguiente gráfico: |
Distintas
políticas
Para
entender qué políticas fueron exitosas y sus motivos, es
conveniente ver cada período en particular.
No
obstante existir la extracción desde 1907, el punto de
partida de la política petrolera argentina comenzó con
el inicio de la presidencia de Marcelo T. de Alvear en
1922, como citáramos, con el nombramiento de Enrique
Mosconi al frente de la Dirección General de Yacimientos
Petrolíferos Fiscales.
Para
comprender las costumbres políticas de la época, cabe
destacar que, pese a haber sido éste período uno de los
más prósperos de nuestro país, y que nos mantenía a la
vanguardia mundial en producto bruto, se debe rescatar
que la austeridad republicana era la tónica de entonces.
A tal punto era así que, luego de que el ministro Molina
le advirtiera al presidente de la Nación que se había
excedido en los gastos previstos para los agasajos de la
visita de Umberto I Re d'Italia, Alvear solventó esa
erogación con su patrimonio personal.
Así,
el respeto por la cosa pública y la conducta de los
altos funcionarios era notablemente distinta a la que
vemos por estos días en el mismo estrato.
Ante
esto, no es de extrañar que el crecimiento en todas las
áreas de la economía hayan sido magníficas como el
crecimiento en la producción de hidrocarburos, tal como
podemos ver en el siguiente gráfico.
El
crecimiento en materia de hidrocarburos iniciada en 1922
se sostuvo del mismo modo, sin variaciones hasta el año
1943, con la finalización de la presidencia de Ramón S.
Catillo. Desde entonces y por más de una década, la
producción promedio de hidrocarburos se vio estancada,
pese al aumento vegetativo del consumo interno.
Resulta curioso que los gobiernos de éste período se
arrogaran la forma de nacionalismo popular y de
crecimiento dirigido, pero este es otro detalle
perteneciente a la mitología popular ya que, el
crecimiento no sólo no ocurrió sino que, en ésta etapa
se produjo la primera depresión de producción desde que
se descubrió petróleo; la depresión comenzó luego de la
revolución de 1943, protagonizada por los generales
Farrell y Perón que ocuparon el gobierno de facto. El
detrimento continuó, éste último fue elegido presidente
en elecciones libres y permaneció en el poder durante
una década con una magra producción, muy por debajo del
crecimiento que se venía observando desde 1922.
Así
como destacamos el contraste observado entre la
austeridad republicana y el crecimiento magnífico de la
presidencia de Alvear, el período denominado "peronismo"
significó todo lo contrario, acompañado de campañas de
mercadotecnia tan efectivas que, aún por estos días, hay
quien cree que por aquellas épocas existió un
crecimiento real, cuando en realidad se trató de un
desmedido gasto público que fue a engrosar los números
en una economía totalmente deprimida.
Para
estudiar más profundamente lo ocurrido durante este
período francamente populista y responsable del primer
estancamiento de la producción nacional de
hidrocarburos, continuaremos la cronología para
compararlo con los períodos siguientes a este
amesetamiento fatal para la política energética
argentina.
Así,
la siguiente administración gubernamental de Pedro
Eugenio Aramburu logró torcer esta tendencia de letargo
sostenida por la década populista, y la recuperación de
una política energética seria volvió de la mano de
Arturo Frondizi en 1958.
El
segundo período interesante para el crecimiento
energético, y que marcó un hito en la materia fue la
gestión de Arturo Frondizi, que promovió la inversión en
industria automotriz, siderúrgica, metalúrgica y
química; esta última y la petroquímica, produjeron
plaguicidas y fertilizantes que, junto con el desarrollo
del área metalmecánica, tecnificaron y ayudaron al agro
que incrementó su producción y mejoró la productividad
general.
Pese
al estrepitoso crecimiento, que multiplicó por 10 la
producción petrolera, comparándolo con la década
populista, la recuperación del protagonismo del país en
el mundo, el aumento del trabajo y de las condiciones
laborales; el gobierno de Frondizi fue uno de los más
castigados por las grandes huelgas convocadas por el
sector sindical y de los estudiantes universitarios
federados, sumadas a varias asonadas militares.
Una
vez que triunfaron estos sectores en su cometido contra
el gobierno, el presidente fue destituido por las
Fuerzas Armadas, "sin renunciar". Pese a esto, y no
habiendo vicepresidente, asumió la presidencia quien era
presidente provisional del Senado.
El
fin de la presidencia de Frondizi marcó una recesión en
la producción de hidrocarburos, lo que perduró por un
corto período hasta que los gobierno de facto de Onganía,
Levingston y Lanusse recuperaron parte de la política de
Frondizi, observando un crecimiento considerable.
Nuevamente, en 1973 se produjo un punto de inflexión
negativo para la historia energética argentina, con el
retorno del populismo, al ser elegido Cámpora como
presidente, quien luego de un fugaz Lastiri, asumió la
presidencia Perón, el que falleció al año siguiente y
dejó a su esposa a cargo.
Este
corto pero nefasto período de nuestra historia en
materia energética, social, industrial y de la economía
en general, volvió a producir una depresión notable,
profundizando más aún el fracaso del período populista
previo, protagonizado por el mismo líder de los años
'50.
Nuevamente, resulta evidente que el populismo va en
desmedro de la producción real, con el apoyo de sectores
sociales que aún hoy apoyan estas políticas, pese a
haber reiterado su fracaso cada vez que se aplicó.
Desde
la caída del segundo período peronista, la producción de
hidrocarburos recuperó su capacidad casi automáticamente
hasta la Guerra de las Malvinas, que marcó el fin de los
gobiernos militares y una pausa en las formas de
gobierno autoritarias.
Así,
la gestión de gobierno de Raúl Alfonsín comenzó con
aires de populismo hasta 1985, cuando retomó la
racionalidad en materia financiera y destacó la
necesidad de lograr el autoabastecimiento de
combustibles. |
Un
hito de vital importancia en la materia fue el Plan
Houston, que consistió en licitar cientos de áreas
petroleras ociosas o sin producción hasta entonces. Éste
Plan logró vencer la tendencia decreciente y consiguió,
pocos años después, el tan ansiado autoabasteciemiento
propuesto por Alvear y Frondizi, que tan torpemente fue
interrumpido por los procesos populistas.
Ya
con el final del gobierno de Alfonsín, la producción de
hidrocarburos se vio aumentada notablemente, sobre todo
en lo que es gas natural. El principio del gobierno de
Carlos Menem comenzó, tal como el inicio de su
predecesor, con aires populistas, y aquel crecimiento
que venía observándose desde hacía dos años se estancó
en medio de un escenario de hiperinflación y conatos
militares, hasta que éste cambió el rumbo de su política
en materia económica en general y prometió "cirugía
mayor, sin anestesia".
Desde
entonces, comenzó el proceso de privatización de
empresas estatales, incluida YPF, se reactivaron las
áreas petroleras y se abrió la licitación a nuevas áreas
y otras que estaban improductivas en manos de la
anteriormente empresa estatal.
En
muy poco tiempo, Argentina logró el autoabastecimiento y
comenzó a exportar gas, petróleo y derivados como nunca
antes, el escenario financiero se saneó e YPF Sociedad
Anónima emitió acciones para ampliar su capital. Lo que
era una empresa local, con un déficit insostenible y una
ineficiencia pocas veces vista, se convirtió en una
empresa con investment
grade a
punto tal que esa emisión le permitió adquirir a la
empresa extranjera Maxus, que amplió notablemente las
reservas de YPF S.A. en el mundo. Durante una década,
éste escenario hizo que la energía deje de ser una
preocupación para el gobierno.
Probablemente, la falta de urgencias en materia
energética hizo que durante el final de la gestión Menem
y principios de la de de la Rua, las exigencias
gubernamentales en cuestiones de energía se hayan
relajado, logrando las últimas inversiones en
exploración y producción, allá por 1998 y el último gran
hallazgo en agosto de 2000.
Por
entonces, la anterior YPF S.A. de capitales atomizados,
fue adquirida por Repsol, que era una empresa española
muy inferior a la empresa argentina, pero el contraste
de la baja tasa de interés en Europa y la alta tasa en
Argentina fue el marco propicio para esta adquisición.
Luego
de ello, las exigencias de inversión y cumplimiento de
inversiones para la empresa española se convirtieron en
una batalla insostenible por parte de un gobierno
debilitado, a tal punto que, en una de las asambleas de
accionistas, la nueva YPF en manos de Repsol volcó la
intención de mudar su domicilio fiscal de Buenos Aires a
Madrid para dejar de ser una empresa argentina para ser
española, algo que, afortunadamente, no fue permitido
por la Comisión Nacional de Valores de nuestro país.
Con
la caída de de la Rua, la declaración de cesación de
pagos, forzada por Rodríguez Saa, y la incautación de
depósitos, desconversión y devaluación impuesta Duhalde,
ya no preocupaba la falta de inversiones, sino la
desinversión y liquidación total de negocios, antes
activos.
Con
la llegada de Néstor Kirchner al gobierno, el populismo
regresó para quedarse por más de una década y, con ello,
la desinversión, caída de producción e importación de
energía fueron automáticos.
Con
algún fin, seguramente publicitario, creó una empresa
estatal para competir con YPF S.A. y para administrar
eventuales asignaciones de áreas petroleras y gasíferas,
que denominaron ENARSA, pero sólo se dedicó a la
importación de hidrocarburos y energía eléctrica.
La
sucesora en el gobierno, Cristina Fernández de Kirchner,
esposa de aquél, profundizó el modelo que denominó
"Nacional y Popular", aplicado por su consorte y fue más
a fondo, expropió las acciones de YPF en manos de
Repsol, quedando el resto en manos de amigos argentinos
que habían adquirido ese capital accionario poco antes
de esta estatización, sin erogación más que la promesa
de pago con futuros dividendos a cobrar de la misma YPF;
negocio extraño, si pensamos que se trataba de una
empresa seria y con un capital considerable.
Estas
maniobras tornaron a la empresa en una clase de sociedad
mixta pero que sigue siendo sociedad anónima;
administrada por los mismos funcionarios del gobierno
que lograron devastar el aparato energético argentino.
Hoy,
YPF es una empresa que se encuentra prácticamente
insolvente, que recibe préstamos del estado argentino
para evitar la cesación de pagos, los que son utilizados
mediante la emisión de bonos para ingresar divisas al
Banco Central y así evitar la reducción estrepitosa de
la Reserva del Tesoro, de este modo, YPF se ha
convertido en un instrumento financiero de garantía para
continuar financiando la depreciación del país.
Aquél
crecimiento sostenido que observamos desde 1922, salvo
por las caídas propias de los dos gobiernos populistas
anteriores, volvió a repetirse. En esta oportunidad, el
déficit e importación de energía que comenzó en 2003,
promete ser creciente y permanente, tal como surge de
los números proporcionados por la Secretaría de Energía
de la Nación graficados seguidamente.
Así
como actualmente hay quien ignora que los estancamientos
y depresiones importantes en exploración y producción de
hidrocarburos se produjeron exclusivamente en períodos
populistas; el marketing propio de esta forma de
gobierno hace creer al ciudadano común, que el déficit
no existe o que no es culpa de la política energética
aplicada por el gobierno, sino que siempre es
responsabilidad de algún enemigo agazapado; cuando, en
la realidad, la historia nos indica que, si existe
convicción, en un país con recursos propios como el
nuestro, el autoabastecimiento es posible con tan solo
tomar algunas pocas medidas racionales acompañadas de
seguridad jurídica.
Futuro complicado
La
dejadez de la gestión de gobierno vista durante la
última década nos legó con un déficit energético enorme,
las reservas devastadas y una empresa deficitaria que,
desde que se estatizó sólo una mitad de sus acciones, se
endeudó en más de US$ 3.000 millones, quedando pendiente
el pago de las acciones incautadas a Repsol, lo que se
encuentra en juicio en los tribunales internacionales. A
ello hay que sumarle los US$ 15.000 millones anuales
destinados para la importación de energía, hasta que
logremos revertir este desastre.
En
Argentina la estadística nos indica que, desde que se
realiza la primera exploración, la producción comienza a
dar sus frutos en poco menos de cinco años. Si mañana
mismo, esta gestión de gobierno quisiese revertir
racionalmente la política energética y reactivara la
exploración, podríamos recuperar las reservas y el
autoabastecimiento recién en el año 2019, pero el costo
de esos US$ 15.000 millones para solventar el déficit
los seguiríamos pagando hasta entonces, pero lo que no
recuperaremos jamás es el tiempo perdido.
Resulta curioso que el
populismo vaya de la mano del déficit, la ineficiencia y
el empobrecimiento en todos los rubros y que, aún así,
sea la forma que más ciudadanos seduce a la hora de
fanatizarse con un modelo o sus responsables.
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