PÁGINA PERSONAL DE RICARDO MARTÍNEZ

PARA COMPARTIR RUMBOS, FOTOS Y EXPERIENCIAS EN COMPAÑÍA DE LA PILOTINA POCHOLO
POR EL DELTA Y LA ISLA... Y SOBRE TODO LA PASIÓN QUE ELLOS ME DESPIERTAN...

  • by LA BITÁCORA 05.08.2005

El Comienzo de la Historia

 

    Aquella tarde comenzó de una forma especial. Ale vino a buscarme con Mari al Cirse, y ansiosos salimos llevando la esperanza y el deseo esculpidos en la cara.
Camino al río, a Tigre, veíamos como las últimas hojas ya resecas recordaban en las ramas que es invierno. Era un horario algo raro, de esos en que casi nadie va para el río, a la guardería. Sólo conocido por mí en aquellas añoradas y no tan lejanas épocas en que los miércoles iba a la isla tan solo a tomar mate y descansar a mitad de semana.
    Mientras escuchaba música en el auto, no podía contener un alud de recuerdos inundando mi pecho, que sin embargo resistía estoicamente los embates de una melancolía desmadrada. Recuerdos de joven, recuerdos de compañía no hace tanto.
    "No voy a caer en la trampa de la nostalgia", me dije, tratando de creer lo que acababa de decir, sin embargo en el fondo de mi ser dudaba profundamente de que fuese capaz de ganar esa pelea.
Entrando a la guardería La Rampa, después de pasar el puente metálico sobre el río Reconquista, saludé para mis adentros a los mismos personajes imaginarios de siempre, los mismos lugares de siempre, el mismo río de hace treinta y pico de años, donde están los mismos barcos de siempre, esperando quizás… Todo estaba igual, salvo que ese día no sería igual.

     En la guardería tuvimos que esperar. Habíamos convenido ver la pilotina en el lugar.
    Los mismos pensamientos y recuerdos que me asaltaron en el auto estaban ahora librando otra batalla más intensa dándome una sensación de desconsuelo, un vacío y una soledad como jamas había sentido en los últimos tiempos. Sólo la frescura de Alejandro, su compañía, su particular forma de interés por las cosas, me hacían recuperar la realidad, la ilusión y pensar, al contrario, en un futuro de incontables y maravillosos derroteros que se insinuaban seductores ante su mirada ansiosa.
    Mientras esperaba que bajaran de la cama el barco, pensativo, casi con la mente en otro lado, recordé el día que tomé la decisión que en minutos se podría convertir en el principio de una realidad.
    Fue un jueves por la tarde cuando después de buscar durante días, de consultar, llamar y navegar a toda hora, por fin estábamos frente a frente.
    Fue una muy breve presentación. A pesar de gustarnos, especialmente a Mari según me pareció, el temor a lo desconocido hizo que a pesar de habernos mirado a los ojos, pasáramos por otros barcos y otras historias antes de regresar.
    Pasaron unos cuantos días y la pilotina siguió presente como opción, firme como opción.

    Era un sábado nublado, el clima estaba muy pesado, lloviznaba desde hacía algunos días, y finalmente regresamos para que comenzara la historia.
    "Hola compañero, gracias por tanto, buenos vientos".
    De un vistazo inquisidor recorrí toda la cubierta, descubrí algún que otro magullón producto de las experiencias vividas en el agua, la pintura pálida por el tiempo y el descuido, el brillo de la madera pidiendo renacer.
    Salimos a probarla. Comenzó a evolucionar en el Luján, sin temores, sin compromisos, sin prejuicios. Su agilidad justa, su ingrávido rolido, su nerviosa movilidad fueron la más grande sorpresa.
    Fue ese el instante donde la magia nació, en el que la complicidad comenzó y cuando el hechizo se conjuró.
    Fue ese el instante en que la ilusión se transformo en fascinación y el monstruo devoró el raciocinio dejando sólo ojos para imaginar…
    Así, acababa de tener la certeza intima e irremediable de que ya nada seria igual, de que aquel barco sería mi refugio intimo e inexpugnable, que compartiríamos el destino como dos viejos problemáticos.
    Los días y las agradables brisas de infinitas tardes de verano y las mieles de incontables momentos incubados al abrigo de esta pintoresca embarcación, llenaron sin compasión todos mis pensamientos.
    Quedé parado en la costa, sintiéndose más feliz, más pleno y más acompañado que nunca, viendo como la silueta del barco comenzaba a alejarse lentamente, recortada sobre los grises furiosos del atardecer.

    Durante los días siguientes tuve la secreta esperanza de que algún suceso imprevisto revirtiera lo que ya parecía irremediable y efectivamente estaba a punto de suceder.
    Me confesé que en el fondo siempre había querido que esto pasara. Admití sentir cierta admiración por aquellos que navegaron siempre y empecé a comprender lo qué significa un barco, la complicidad, el desvelo y tantas otras cosas.
    Pienso en comenzar a sacarle la carpa al barco, en descubrir sus innumerables tradiciones marineras, esas que ya vivió en sus años de río y quizá no pueda conocer, o los obligados rituales a bordo que compartirá la tripulación que nos acompañe, como la que impone la necesidad de nunca mencionar lo bien que esta funcionando el motor, "el viejo",Mercury, como se apoda desde ahora, confiriéndole de alguna manera una personalidad definida y comportamientos casi humanos, que no debe ser invocado para evitar la fatalidad irrevocable.
    Pienso en guardar prolijamente sus elementos, en ver el funcionamiento en todos sus detalles, en alargar esos momento lo máximo posible... recorriéndolo lentamente de proa a popa con la mirada atenta, como una madre revisa a su hijo antes de que salga a la calle, a la escarcha del invierno brutal.
    Así las cosas, llegó el momento en que todo estaba listo y fui a buscarlo, a decidir este amor, a decidir esta historia, llevándolo a otra casa, a otro lugar del mismo río.

    A medida que me acercaba, un nudo se apretaba fuertemente en mi garganta.
    Después del viaje cuando lo guardaron en su nueva cama y cuando empezaba a dormitar lentamente le dije "Adiós compañero, gracias por tanto, buenos vientos, hasta la próxima " y me di cuenta que finalmente la melancolía me había ganado la pelea, era el precio que tendría que pagar de ahora en más para comenzar otra etapa de mi vida, un tiempo bueno.

Gracias a Javier N. Larré Oroño por algunos pasajes de sus cuentos.

Ricardo Martínez

Patrón del POCHOLO
Agosto 2005